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martes, 23 de diciembre de 2014

Colas a la cubana

De pie, esperando que llegue el tur­no para comprar los medicamentos, el número de personas en la fila se multiplica en un santiamén aunque detrás del mostrador no falten los dependientes. Las manecillas del re­loj no son las únicas que ignoran el apremio del cliente y antes de darnos cuenta, hemos permanecido en el mismo lugar por casi una hora pa­ra poder adquirir algunas tabletas de dipirona o un paquete de me­tronidazol.
La última vez que fui presa de la ansiedad, le escuché decir a un se­ñor una de las frases más tristes so­bre el tema: “es que ya nos acostumbramos a la cola y ellos, a hacernos esperar”.
Aunque no pude evitar sonreír ante la ocurrencia de su comentario, la idea me dejó mucho que pensar. ¿Acaso olvidamos que el público es quien debe sentirse servido, desde la calidad de los suministros hasta el personal de atención? ¿Cuán­­do fue que renunciamos al tra­to amable y cordial y cedimos paso al festín de la informalidad?
La escena antes descrita pudiera fácilmente repetirse en los bancos po­pulares de ahorro, re­gistros civiles, dependencias de la Ofi­cina Na­cional de la Admi­nis­tra­ción Tribu­taria (ONAT) y en otras muchas instituciones que prestan servicio al público".

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