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sábado, 19 de abril de 2014

Hasta siempre Gabo


Tuve el gusto de ver (que no diré  tratar), personalmente a Gabriel García Marquéz, en La Habana, Cuba. En la primera ocasión "Gabo" acertó a visitar la "Casa de las Américas" cuando yo, haciendo uso de la generosidad de su directora "Yeyé", me encontraba desordenando la biblioteca, que en realidad era para estudiosos de letras, no para licenciados de ciencias.
 Al principio no me lo creía. Me preguntaba si será o no será. Y resultó que era él. Un hombre risueño. De mirada muy viva. Con aire relajado.En el firmamento de la intelectualidad de entonces en América Latina, sin duda destacaban varias "estrellas" literarias que solían pulular por La Habana, a mesa y mantel puestos. No diré nombres. A algunos de ellos, allí presentes, se les veía muchísimo el excelso plumero de grandes hombres de letras. Pero García Marquéz no iba de divo.

Como sabía que nadie me iba a echar de la reunión a la que no estaba invitada, pues me dediqué a moverme con discreción hasta situarme cerca del equipo que formaban el periodista y novelista más conocido por "Gabo" para sus amigos y Mercedes, su compañera, la madre de sus dos hijos y otras personas. Y mira por donde, estaban hablando de platillos de cocina. Me abstuve de colarme en la recepción posterior, no fuera a ser que mi amor por "Gabo" me costara perder la autorización de dormitar en la biblioteca de la casa de "Yeye". Salí traspuesta, patidifusa y contenta. "He estado a metro y medio de García Marquéz".

La segunda vez que compartí su proximidad tuvo lugar en el día nacional de un país extranjero, que ahora me da lo mismo. La incógnita en esos casos siempre resultaba ser si Fidel aparecería o no. Normalmente, el Comandante tenía por norma no prodigarse en los festines diplomáticos. Supongo que para eso tenía ministros, vice ministros y los comandantes designados, junto con la caterva de funcionarios más o menos de medio pelo, pero relacionados con negocios o comercio exterior.

La cuestión es que esa tarde de conmemoración pude saludar y compartir con Lam, reírme con los chistes benignos de Portocarrero, tirarle los tejos a un vice ministro de barba rojiza. Todas esas boberías, junto con engullir canapés. Así iban las cosas hasta que aterrizaron  "Gabo" y Mercedes, que por cierto se encontraban alojados en una mansión cercana a la sede de la casa del embajador que nos recibía.

Se produjo entonces una poco educada polarización del personal asistente en torno al escritor colombiano y su mujer. Pero resultó para bien: al poco rato el ambiente medio mustio por el calor, sudoroso y hasta algo cutre, ser animó, cobró color y gracia. Fluyó la palabra. Se escuchó su voz bien timbrada. Hablaba sin afán de protagonismo. Nos regaló en pocos minutos una extraña calidez humana.

La tarde era casi una fiesta hasta que se produjo el terremoto tropical : de pronto allí estaba el Comandante. Una sorpresa total para los huéspedes, que enseguida  se dieron cuenta que Fidel le hacia el honor a su amigo "Gabo". El mano a mano de charla entre "Gabo" y Fidel transcurrió en presencia de  la concurrencia medio lela. Pero el asunto no duró mucho.

Fidel, como de costumbre, engatusó a los asistentes. Saludó por aquí y por allá. Hasta tuvo algunos achuchones delicados. Pero claro, adiós muy buenas, se largó con "Gabo" y Mercedes, como presas queridas.Sobra decir que la fiesta languideció y la gente hizo mutis por el foro. Y una tan satisfecha.