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martes, 1 de febrero de 2011

Mi amor dublinesco y joyciano por Vila-Matas.

Por una serie de percances personales, que no comparto en ninguna miserable Facebook, extravié un libro de la biblioteca pública de Roses, (Girona). Desaparecí "Dublinesca". Me sentí fatal. Como si hubiera cometido un alevoso delito.

A penas lo había hojeado. Pero como ya dije antes, me encontraba enredada en cosas más inmediatas. Ya medio repuesta de mis cataclismos personales, me dirigí presta a la librería Mallart, en busca del texto de Vila-Matas.

"Dublinesca" no es sólo un libro muy divertido, lo cual es un gran mérito frente a los tochos que a su mayor gloria y honor, perpetra gran parte del personal literario.

"Dublinesca" y sus cinco mil protagonistas principales son, tal vez, el mejor homenaje a James Joyce que se ha escrito en cualquier lengua.

Plena de referencias al glorioso 16 de junio, plagada de tics cómicos e hirientes para el cúmulo de tonterías que encandila a la audiencia, Vila-Matas nos regala una joyita en 325 escasas páginas. Que es lo suyo. No apabullarlo a uno con paridas prolongadas.

Libro de cabecera para neuróticos y lectores compulsivos. Con ese Samuel Riba, digno de un buen psiquiatra. Doliente ex editor, siempre frustrado por no dar con un genio de las letras. Vila-Matas nos recuerda que Riba va cumplir su sesenta cumpleaños. Y que se encierra ante su ordenador como los chicos japoneses. Riba, catalán de los pies a la cabeza, es un hikikomori confeso. Celia, su mujer, se convierte al budismo.


Disfruten las numerosas referencias literarias. Los guiños perversos.

Aquí lo celebro con una bellísima página del "Ulysses" de 1942.

A Borges y a Bolaños le hubiera fascinado tu libro. ¿Qué más quieres?.

-¿Qué es un fantasma?-preguntó Stephen-Un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres.

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