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sábado, 23 de enero de 2016

Los baches: esos enemigos.

En las estadísticas que cada año dan conocer en el país las causas relacionadas con los accidentes del tránsito no aparece ninguna ba­jo el acápite de “baches”.
Cierto que hay causas más importantes que engrosan la fa­tídica lista, como el no debido control del vehículo, la in­gestión de bebidas alcohólicas, el deficiente estado técnico de los ca­rros, y así una larga relación que incluye el deterioro de la vía pública y su eterno acompañante no computado, el bache.
El bache se ha convertido en una suerte de maldición gitana, no solo para el conductor que trata de esquivarlo en me­dio del tránsito, sino también para el peatón que de bue­nas a primera ve cómo se le viene encima una mole de hierro que le obliga a contraer músculos e irse atrás y, si todavía le queda algo de alien­to al reponerse del susto, aprovecharlo para soltarle al agresor el último improperio de moda.
Ofensas al viento, porque el chofer ni se in­mutará, ocupado como está en rumiar sus pro­pias injurias contra el campo minado que ha venido transitando entre bamboleos y re­chi­nar de amortiguadores.
Lo de “campo minado” no es metáfora de fácil agarre, y lo sabe todo aquel que en estos días haya transitado la distancia que va desde La Palma hasta Dolores, por la Calzada de 10 de Octubre (lo cual no quiere decir que de ahí has­ta Agua Dulce el trayecto mejore dema­­sia­do).
Solo viéndolo, y más en estos días de lluvia, se puede creer el deterioro de la mencionada vía, y ello se debe a que los simples ba­ches de ayer se han convertido en un archipiélago de profundas hendiduras (para no hablar de los peligrosos levantamientos del pavimento) sin que la mano del hombre viniera a remediar lo que a gritos se preveía.
Pavimentarlo todo, y bien, sería lo ideal, pe­ro como económicamente no se puede; la me­moria remite a años idos, cuando era usual ver cuadrillas de trabajadores a la caza de los ba­ches que pudieran irse formando en las vías re­paradas.
Un bache cogido por aquí, un bache cogido por allá, y al fi­nal sin baches, o casi, porque, contrario a aquellos tiempos de afanosos reparadores, en este mismo momento en que escribo un nuevo bache debe estar brotando amparado por un largo seguro de vida.
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Joan dijo:
1
22 de enero de 2016
08:58:50

Ayer viajaba yo por San Lázaro al anochecer en un P5, cansado de un día largo, cuando siento que la guagua frena, en un lugar para mí a esas horas indeterminado entre Galiano y Belascoaín, y uno tras otro, por suerte, despacio, fue cayendo eje por eje en la trinchera urbana. Con calles así, y con los ómnibus a tope, es imposible quejarse de nada a Yutong. Recuerdo que hace algunos años, si era una obra en ejecución, se ponía una plancha de acero sobre la obra al terminar los trabajos del día. Y si no es una obra en ejecución, la dichosa trinchera es una soberana chapucería más, bastante costosa a largo plazo, por cierto.
david dijo:
2
22 de enero de 2016
09:17:08

Comparto ese mismo criterio, los gobiernos municipales y provinciales tienen que tomar medidas urgentes con eso, y no escapa a ello ninguno de los municipios de la Capital y tal vez del país, esa es una tarea que aunque difícil, evitará no solo accidentes sino que ofrecerá respeto a la circulación vial y sobre todo durabilidad al transporte tanto público como privado, si la medida es cobrar el impuesto en mayir escala por circular por nuestras calles y avenidas pues por favor que se cree el programa que respalde oficialmente este servicio.está claro que el presupuesto del estado no alcanza para todo por tanto si ya se está cobrando impuesto sobre salarios etc, por qué no pensar en aumentar este tipo de ingreso para la vialidad.

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