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martes, 23 de agosto de 2011

Sin noticias del Códice Calixtino

Tengo que confesar que me gusta mucho la investigación policial. Y por eso de cuando en cuando me doy una vuelta por las URL de  los distintos cuerpos policiales.

La página española está realmente bien, aunque adolece de contener demasiada información.

Pero hoy me fuí directamente a conocer  los 10 delincuentes más buscados por el FBI.

De los diez ya sólo quedan 9 angelitos Osama, que encabezaba la lista se etiqueta muerto.

Me llamó la atención un sujeto de aspecto adusto, que aparecía en una foto notablemente peor que las otras..

Resultó ser un tal Semion Mogiolevich, al que se busca por presunta participación en un fraude de inversiones millonarias, que hizo aguas en el 98, con pérdidas de en torno a los 150 millones de dólares.

Para pillar a un sujeto así lo tienen muy difícil los federales.

Con las ganancias particulares de Mogilevich, tiene y le sobra para reconstruirse de arriba abajo. En cuanto a pasaportes, se dice que contaba con tres:ukraniano, israelí, y griego. Y lo que le de la gana de comprar.

Estuve haciendo el tonto en la sección del FBI dedicada a los niños.

Y de pronto recordé la desaparición del Código calixtino.

 Un delito (o falta) cometido en verano. Cuando todo parece diluirse. Una pieza así es digna de figurar entre las colecciones de magnates del petróleo, o de esos sujetos oscuros que contemplan las ciudades dormidas desde sus "lofts" blindados.

A lo mejor la ausencia del preciado texto es una forma de pequeña venganza para destruir el prestigio de alguien responsable.

O lo que empezó como una venganza doméstica ha terminado con la desaparición definitiva del libro, por miedo a ser identificado.

Una vez que  uno se ha hecho con semejante tesoro, el asunto es comercializarlo. Y para eso qué mejor que dar con un tipo profesional como Mogiolevich.

O si es imposible acceder a semejante nivel de sinvergüenza, pues se tira por la calle de en medio: un tratante de objetos robados que representa a la mafia uzbeka en España.

Tal vez en estos días tórridos alguien con voz trémula susurre en un confesionario: "Padre he pecado. Vendí el Código Calixtino. ¿Le doy comisión y me absuelve?.

Y todo quede en secreto de confesión bien repartido. Entre el cura y el pecador, ambos con su vida terrenal asegurada.

De momento el asunto tiene la típica estructura de una novela de misterio.

La desaparición de un precioso objeto al que sólo tienen acceso contadas personas, todas de confianza y honorables.

La realidad es que no somos decentes por naturaleza. Nadie está exento de convertirse en un pillo si se le brindan las circunstancias.



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