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sábado, 15 de marzo de 2014

Figueres terrible

La hora la calculo entre las doce y la una de un jueves al viernes. Lo que relato tiene lugar en Figueres, Girona, Alto Ampurdán (Cataluña). Pueblo natal de Dalí. En las céntricas calles Joan Maragall y Perelada. El corazón comercial de una ciudad que presume de tiendas finas. Pues el asunto, a los que voy, es que en un ataque que presumo con barras de hierro, tal vez un gato hidrúlico, desconocidos reventaron los escaparates de una zapatería, una perfumería y una óptica. Me pregunto qué hubiera hecho yo si, a esa hora, no muy golfa, paso por allí. Y eso desde luego que es cagarla. Tener muy mala suerte. La policía, de momento, no tiene ni puñetera idea. Como no pillen un salivazo, un moco, una colilla de porro, analicen el ADN, lo llevan claro los maderos y munipas. También quedan los chivatos. Qué sé yo. La puñetera Figueres está muy chunga. Figueres la nuit es un merdé. Me dice un vecino de la calle San Pau (con edificios historiados y la bonita Plaza Triangular) que ya no conoce su ciudad. Que "antes no era así". Que no estaba infectada de cagadas de perros. Que las mujeres se arreglaban bien he iban solas o con las amigas a tomar el aperitivo o lo que les diera la gana.
Si uno se fija en los negocios con dueños previsores, están blindados. El bar de Neus Munill, "País de Vent", tiene una persiana a prueba de bazooka. "Poco se iban a llevar", comenta Neus. Pero allí hay un juego de porcelana del mil ochocientos y tanto, que si saben lo que es lo roban. O a lo peor lo destrozan.
La selva, vamos.
Yo me las piro. Y una mierda me asaltan, vamos

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