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martes, 24 de enero de 2012

Morir en La Havana

Colografía Celia I. Álvarez
La muerte de Wilman Villar Mendoza, un cubano que para el gobierno de Raúl Castro era un preso común, mientras para distintas organizaciones opositoras al régimen de La Havana se trataba de un disidente, ha sido comentada por Soraya Sáenz de Santamaría de forma moderada, diplomática y respetuosa dentro de lo que cabe. En primer lugar, compasión y afecto para sus familiares. Es algo en lo que todos estamos de acuerdo.

Sería deseable que Kuba tenga la oportunidad de liberar a cuantos presos de conciencia permanecen en prisión sin injerencias externas. Desgraciadamente la respuesta de Granma Internacional, con sus razones, ha sido mayormente señalar que en otros países, entre ellos España, se propinan porrazos a diestra y siniestra y nadie se queja. (Por cierto, no voy a negar la olímpica bofetada gratuita que le dió un policía a una muchacha en Barcelona durante una mani pacífica y cuasi festiva).

El gobierno de Raúl podría, de manera práctica, fomentar vías de participación para los ciudadanos que no comulgan con un sistema de 53 años de vigencia. Lo de comulgan, nunca mejor dicho, en preparación a la visita de Benedicto XVI. Son personas que no desean el exilio interior ni el exterior. Merecen su lugar en su país.

Y por cierto, casi da asco como ciertos adalides patrióticos miamenses manipulan en su beneficio la muerte del señor Villar Mendoza:morir durante la práctica de ayuno es una posibilidad clínica cuasi cierta. Es indecente "estimular" dicha opción como forma de protesta política. Es inaceptable para la razón.

Morir por la patria no es vivir, por más que lo afirme un verso del himno nacional cubano. Sería hora de que los cubanos dejen a un lado la lírica y la épica para concentrarse en mejorar su vida cotidiana. Total: es la única que cuenta. Lo demás son boberías.

Ah, de paso, que suelten sus 5 espías de una puñetera vez. Y todos contentos.

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