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jueves, 12 de junio de 2014

Mi Buenos Aires en Roses (CAT)

Vista de Roses desde el Puig Rom


 El asunto  es cómo disfrutar de un sabroso condumio (comer, vamos) en Roses, Girona, Costa Brava, (CAT), Alt Empordá, sin desembolsar una fortuna. Roses es un enclave cultural y playero archi-mega- turístico, que en verano es un Mare Magnum de gente como langostinos cocidos. 
Parte del personal nativo presume de alta gastronomía (síndrome muy agudo de :"somos como el famoso Bulli"). Y de acuerdo a dicha quimera clavan a los visitantes que se dejan. Es un decir. Vamos.



Quiero recomendar una "rostisseria" (asador) de Roses llamada "Buenos Aires" , cita en la calle Doctor Arruga 26, detrás del Mercado.

"Buenos Aires" es un negocio familiar de gran calidad. Levantado por una familia argentino, catalana, vasca, española, italiana y lo que se tercie. Están desde primera hora al pie de los fogones. Ofrecen deliciosas empanadas. El menú para llevar es una tentación. También se puede optar por comer en el local. 

Pueden encargar sus pedidos al 972 151 080. El pollo asado sabe a gloria. Y que conste que no llevo comisión. Chao Óscar. 

Ah, los pedidos se pagan al contado, no se fía ni al Pelusa, y las tarjetas se aceptan exclusivamente cuando el monto deje beneficios. Que aquí no hay trampa.

                                       "Fundación Mítica de Buenos Aires", del viejito Borges, claro que se cumplió la maldición de nunca reconocerle el Nobel por aquel tributo que hizo a un dictador, como si todos los otros fueran libres de pecados políticos.

¿Y fue por este río de sueñera y de barro
que las proas vinieron a fundarme la patria?
Irían a los tumbos los barquitos pintados
entre los camalotes de la corriente zaina.
Pensando bien la cosa, supondremos que el río
era azulejo entonces como oriundo del cielo
con su estrellita roja para marcar el sitio
en que ayunó Juan Díaz y los indios comieron.
Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron
por un mar que tenía cinco lunas de anchura
y aún estaba poblado de sirenas y endriagos
y de piedras imanes que enloquecen la brújula.
Prendieron unos ranchos trémulos en la costa,
durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo,
pero son embelecos fraguados en la Boca.
Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo.
Una manzana entera pero en mitá del campo
expuesta a las auroras y lluvias y suestadas.
La manzana pareja que persiste en mi barrio:
Guatemala, Serrano, Paraguay y Gurruchaga.
Un almacén rosado como revés de naipe
brilló y en la trastienda conversaron un truco;
el almacén rosado floreció en un compadre,
ya patrón de la esquina, ya resentido y duro.
El primer organito salvaba el horizonte
con su achacoso porte, su habanera y su gringo.
El corralón seguro ya opinaba Yrigoyen,
algún piano mandaba tangos de Saborido.
Una cigarrería sahumó como una rosa
el desierto. La tarde se había ahondado en ayeres,
los hombres compartieron un pasado ilusorio.
Sólo faltó una cosa: la vereda de enfrente.
A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires:
La juzgo tan eterna como el agua y como el aire.

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