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domingo, 22 de julio de 2012

Poesía felina de Charles Baudelaire

Charles Baudelaire (Francia, 1821 – 1867)



El gato 

Ven, mi hermoso gato, cabe mi corazón amoroso;

retén las garras de tu pata,

y déjame sumergir en tus bellos ojos,

mezclados de metal y de ágata.

Cuando mis dedos acarician complacidos

tu cabeza y tu lomo elástico,

y mi mano se embriaga con el placer

de palpar tu cuerpo eléctrico,

veo a mi mujer en espíritu. Su mirada,

como la tuya, amable bestia,

profunda y fría, corta y hiende como un dardo,

y, de los pies hasta la cabeza,

un aire sutil, un peligroso perfume,

flotan alrededor de su cuerpo moreno.



El Gato (I)

A tal punto su timbre es tierno y discreto;

pero, aunque, su voz se suavice o gruña,

ella es siempre rica y profunda :

allí está su encanto y su secreto.

Esta voz, que brota y que filtra,

en mi fondo más tenebroso,

me colma cual un verso cadencioso

y me regocija como un filtro.

Ella adormece los más crueles males

y contiene todos los éxtasis;

para decir las más largas frases,

ella no necesita de palabras.

No, no hay arco que muerda

sobre mi corazón, perfecto instrumento,

y haga más noblemente

cantar su más vibrante cuerda.

Que tu voz, gato misterioso,

gato seráfico, gato extraño,

en que todo es, cual en un ángel,

¡Tan sutil como armonioso



El gato (II)

De su piel blonda y oscura

brota un perfume tan dulce, que una noche

yo quedé embalsamado, por haberlo

acariciado una vez, nada más que una.

Es el espíritu familiar del lugar;

él juzga, él preside, él inspira

todas las cosas en su imperio;

¿No será un hada, Dios?

Cuando mis ojos, hacia este gato amado

atraídos como por un imán,

se vuelven dócilmente

y me contemplo a mí mismo,

veo con asombro

el fuego en sus pupilas pálidas,

claros fanales, vívidos ópalos,

que me contemplan fijamente.


Los gatos

Los amantes fervorosos y los sabios austeros

gustan por igual, en su madurez,

de los gatos fuertes y dulces, orgullo de la casa,

que como ellos son friolentos y como ellos sedentarios.

amigos de la ciencia y de la voluptuosidad,

buscan el silencio y el horror de las tinieblas;

el Erebo se hubiera apoderado de ellos para sus correrías fúnebres,

si hubieran podido ante la esclavitud inclinar su arrogancia.

Adoptan al soñar las nobles actitudes

de las grandes esfinges tendidas en el fondo de las soledades,

que parecen dormirse en un sueño sin fin;

sus grupas fecundas están llenas de chispas mágicas,

y fragmentos de oro, cual arenas finas,

chispean vagamente en sus místicas pupilas.


Codondesastre.blogspot.com


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