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miércoles, 4 de julio de 2012

Detenidos los chorizos del Códice Calixtino.

Hace hoy un año saltó a la prensa mundial la noticia de la desaparición de una de las principales joyas del patrimonio cultural de España. Me refiero a ese precioso libro de viajes del siglo XII conocido como "Códice Calixtino". Al parecer la policía española ha hecho muy bien su trabajo, siguiendo una pista que señalaba como posible autor a un electricista antiguo empleado de la catedral de Santiago de Compostela. Por un lado contaban con las oblicuas declaraciones del dean de la catedral. Por otro con los  efectivos "pinchazos" telefónicos autorizados por el juez. Pero lo más notable del asunto, que tiene mucho de esperpéntico, resultó ser la estupidez chapucera del principal y presunto implicado quien con la fiel colaboración de su familia (su mujer, su hijo y su nuera) no tomó  ni la más mínima precaución, por lo que les pillaron en casa con unos 1.2 millones de euros calentitos y algunas piezas procedentes del templo compostelano, tales como un antiguo libro de horas. Hay que ver como hasta para el hurto de altos vuelos hace falta cierto nivel de raciocinio intelectual. Bien podían haber ingresado el dinero negrísimo en algún paraiso fiscal, de esos que proliferan en islitas del Caribe utópico, o en Gibraltar, o en la gélida Suiza, donde no se encuentra sólo el CERN. Pero no, parece que estamos ante una muestra muy cutre salchichera de la trampa y el pillaje hispánico.
Y anda que no tenemos ejemplos de chorizos. Por un tubo, vamos. Lo ideal sería que la familia feliz cantara hasta la Traviata si es menester, a fin de recobrar para todos los españoles la que es posiblemente la primera guía de viaje del Camino de Santiago. Quienes, presuntamente, perpetraron tal delito resultan al fin y al cabo unos grandísimos tontos del culo. Unos verdaderos pringaos, pero pueden conducir a la policía hacia quien retiene en la actualidad una joya del románico que ni siquiera estaba asegurada.(Otra graciosa barbaridad). Si colaboran con la investigación  desde luego que merecen cierta clemencia. ¿No se dice que todos somos iguales ante la ley?. Pues eso, que se los traten con el mismo mimo que reciben, por ejemplo, ciertos banqueros sinvergüenzas.

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