La profesión médica (y la conozco bien ya que mi abuelo paterno era un dedicado médico de familia y yo fuí profesora de histología en la Facultad de Medicina en La Habana) requiere obligatoriamente de altos principios éticos.
De absoluto respeto a la intimidad de los enfermos. De mucha compasión. Y desde luego, es mandatorio para ejercerla haber recibido una sólida formación, con práctica y teoría de la mano.
Es por todo lo mencionado que me ha producido repulsión el hecho de que un señor que alardea de galeno, (no voy a propagar su nombre como ha hecho un diario nacional español), de nacionalidad venezolana, se dedique a informar sobre la evolución de la enfermedad de Hugo Chávez en tuiter.
El sujeto encima alardéa del gran número de seguidores que ha obtenido. No se me ocurre nada más impropio de un profesional de la medicina que de paso se anuncia como experto en varias especialidades.
Como sus fuentes de información menciona técnicos y doctores cubanos y venezolanos. Alude al hospital CIMEQ, (que por cierto, también me es familiar ya que allí médicos excelentes y cariñosos atendieron a mi madre). Si tales filtraciones son ciertas constituyen una conducta reprobable.
El matarife doctorado venezolano, en cuyas manos no me pondría ni en peligro de muerte, le vaticina a Chávez entre 2 y 3 meses de vida. También especula que podría llegar a 2013 a mucho tirar.
Chávez sigue tratamiento con los especialistas que él libremente ha escogido. De más está decir que su enfermedad es grave. Que debe estar sufriendo.
La enfermedad de Chávez, tan dolorosa para él como para su familia, da lugar al periodismo más amarillo posible y hasta a iniciativas tan viles como las del matasanos venezolano.
Las redes sociales aguantan lo que les echen. En el caso que trato es una genuina porquería.
Aquí tenemos un ejemplo de uso asqueroso de la red. Apesta.
Pero desgraciadamente prevalece una ridícula doble moral: seguro que si profiero aquí unos cuantos gruesos tacos en buen castellano mesetario, de esos que le gustaban a tanto CJC, sale un/una gili (no me atrevo a completarlo) acusándome de indecente.
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