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Monumento dedicado al Che en Cuba |
Abajo a la izquierda, una vista de Villa Nidia, uno de los primeros museos dedicados a la memoria de Ernesto Che Guevara en Argentina. Y en la foto en blanco y negro aparece "Teté", algo cabezón y cariacontecido. El bebé asmático que se convertiría andando el tiempo en lo que él quiso: un soldado de América. Uno se pone a fabular qué hubiera llegado a ser Ernesto Guevara si no se encuentra con Fidel Castro en México. Si no se hubiera subido al yate "Granma", que parecía todo un presagio de naufragio. Se me ocurre que podría haber viajado de México a París, como al final de una carrera burocrática hizo Cortázar. El Che escribía muy bien. Tenía garra, estilo depurado, gracia. Tal vez le hubiera publicado Gallimard. Otra estrella en el dudoso firmamento del "boom" latinoamericano. Pero al final le pudo la vocación de guerrero idealista. El hambre de justicia. Era de los que pensaba que se podía cambiar el mundo. O al menos una parte. Desde luego estaba equivocado. No hay hombre nuevo posible. Hoy, si no lo hubieran asesinado, sería un anciano de 85 años. Posiblemente habría apagado las velas de una tarta festiva rodeado de hijos y nietos. En Cuba o en Argentina. Quién sabe. Lo cierto es que pese a la mercadotécnia desaforada de su imagen, a las camisetas, toallas, posters y hasta ropa interior y bebidas alcohólicas, la figura histórica del Che se agiganta con el paso del tiempo.