Logotipo de ETA en Sopelana. |
La ciudadanía reaccionó con horror e inmenso rechazo. Hubo manifestaciones multitudinarias. Aquello no podía explicarse ni por el más radical sentimiento soberanista. Estaba claro que los vascos no se merecían semejantes "gudaris"(combatientes, soldados). Como no podía ser de otra manera, resultó un golpe muy duro en la línea de flotación del soberanismo vasco.
Los veinticinco años transcurridos, todos de dura lucha contra ETA, han fructificado, por un lado, en el abandono de la organización terrorista de las armas, aunque todavía no las han entregado. Y ya es hora de que lo hicieran, sin convocar pomposas reuniones internacionales ni necesidad de mediadores foráneos.
Pese a ello es bueno señalar que en las cárceles del norte de España se está desarrollando una iniciativa que nos honra como sociedad democrática. Me refiero a los actuales contactos entre víctimas del terrorismo etarra y ex militantes de la organización armada que guardan prisión.
El máximo responsable del comando "Barcelona", que perpetró el atentado de Hipercor se refirió a aquello como "una masacre". Y lo hizo ni más ni menos que cara a cara con un hombre víctima del mismo, que aunque se negó a darle la mano, quedó satisfecho con la experiencia.
No se puede vivir envenenados por el odio. Hay que restañar las heridas. De todas y cada una de las víctimas. Sin hacer odiosas clasificaciones. Los ex militantes de ETA, sus presos, los jóvenes que creyeron en sus postulados ideológicos deberían tener el valor de afrontar el pasado con toda crudeza. Asumir los daños causados. No pierden nada al hacerlo. Y abrirse a construir una nueva etapa esperanzadora para Euskalerria.