La primera vez que tuve bajo mis inútiles zarpas un Apple Mc fue en el Departamento de Morfología de la Facultad de Medicina, de la Universidad Autónoma de Madrid.
Estaba allí, siendo solicitante de asilo, y con una medio beca de 80.000 pesetas, por la generosidad de Don Fernando, el jefe de departamento.
Éste señor, padre de numerosísimos hijos, me entrevistó sobre qué había hecho dentro del trabajo académico.
Le dije que era de título "bichóloga", es decir licenciada en biología. Y que trabajaba en hipotálamo, es decir, neurosecreción, en la Facultad de Medicina en La Habana.
Luego supe que lo de bichóloga le había hecho cierta gracia. Don Fernando es un andaluz de pro y eso de "bicho" se lleva mucho por esas tierras de María Santísima.
Don Fernando me asignó a colaborar en el equipo de la doctora Carmen X, (omito su apellido por no haber consultado con ella este post) una brillante investigadora, incansable, meticulosa, a la que yo le iba muy a la saga debido a estar demasiado entretenida con un guapo novio a tiempo parcial, lo que dificulta la investigación de altos vuelos en neurociencias. Carmen, si las envidias y los tejemanejes científicos no lo impiden puede llegar a alzarse con un bonito Nobel.
Pero a lo que iba. Carmen fue quien me adiestró en el uso (y para mí disfrute) de una máquina Apple que ella acababa de traer de EEUU, y que se colocó en la antesala del despacho de Don Fernando. Había una lista para acceder al Mc.
Yo acaparaba todos los espacios posibles. Era tan sencillo y al mismo tiempo ductil. Lo mismo se podían hacer los cálculos estadísticos de un trabajo, que jugar a los marcianitos, o redactar de manera impecable las comunicaciones menos importantes. Hasta me ofrecía voluntaria para "pasar a máquina" documentos e imprimirlos ¡a color¡ .
Tal vez por tantos recuerdos sentimentales: el primer contacto con un ordenador Apple, con su manzana mordida, el novio guapo y maravilloso, que al final me salió rana, etcétera etcétera, he sentido la muerte de Steve Jobs co fundador de Apple.
Me alegro que se haya hecho millonario. Celebro que disfrutara su triunfo de joven inteligente y emprendedor sin título académico alguno.
El mundo mejoró gracias a su trabajo. Yo me siento en deuda con su genio.
Que iba yo a saber que detrás de esa maravilla estaba un joven que ni siquiera había llegado a sacarse un título universitario.
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jueves, 6 de octubre de 2011
miércoles, 5 de octubre de 2011
Chapuza y ADN
Entre el 1 y el 2 de noviembre de 2007 sucedió algo atroz en un piso compartido por estudiantes de la coqueta ciudad italiana de Perugia: la estudiante británica Meredith Kercher fue acuchillada hasta la muerte y violada.
Los presuntos autores de un suceso que levantó oleadas de crónicas periodísticas, resultaron ser la también estudiante estadounidense Amanda Knox, que compartía piso con Kercher, y su ex novio el italiano Raffaelle Sollecito.
Otro implicado sería el ciudadano de Costa de Marfil Guede, al que se atribuyó la violación de Meredith Kercher.
Knox y Sollecito negaron enfáticamente la autoría del crímen. Los medios de ambos lados del Atlántico se enzarzaron en todo tipo de elucubraciones. Juicios paralelos. Había tela por donde cortar: sexo y sangre. Hillary Clinton se interesó por el asunto judicial de una joven de aspecto angelical. Las niñas estadounidenses no hacen eso. Las señoritas británicas no se exponen a morir degolladas.
Se celebró un proceso judicial a resultas del cual, a falta de otras respuestas, Knox, Sollecito y Guede permanecieron en prisión 4 años.
Hasta ahora que un tribunal de apelación los ha dejado libres debido a un nuevos análisis de las principales pruebas periciales: un cuchillo, el enganche del sujetador de Kercher y los resultados discrepantes análisis de ADN.
Inicialmente parecía que se daba por cierto la presencia de sangre de Kercher en la hoja de un cuchillo encontrado en el piso de Sollecito. De la misma manera, se dijo haber encontrado muestras de ADN de Knox (sudor, por ejemplo, restos de células, no se especifica) en el mismo objeto.
Al parecer abría ADN de Sollecito en el enganche del sujetador de Kercher. Según los resultados de los laboratorios policiales, las pruebas de ADN vinculaban a Knox y Sollecito con Kercher.
Así iban las cosas cuando la defensa solicitó la práctica de nuevos exámenes.
Y entonces resultó que el material preservado por la policía era insuficiente para que Stefano Conti y Carla Vecchiotti repitieran las pruebas de ADN.
Como posible medida sustitutoria Conti y Vecchiotti solicitaron revisar el protocolo seguido por la policía, dándole el golpe de gracia a la acusación ya que las prácticas seguidas no se atenían a los protocolos internacionales.
Knox y Sollecito resultaron absueltos por el tribunal de apelación, tras apenas 4 años de prisión.
Knox abandonó Italia sonriente, con aires de estrella de cine. Su ex novio desaparació discretamente por el foro. Guede guarda prisión por el cargo de violación.
No pocos italianos gritaron "verguenza, verguenza" al paso de Knox y Sollecito.
Desde luego parece que la chapuza del laboratorio ha impedido que se hiciera justicia. Para eso también sirven las pruebas de ADN:para destapar la ineptitud.
No se sabe quienes mataron a Meredith Kercher.
Los que investigaron el crímen se jugaron todas sus cartas a la búsqueda de rastros de muestras biológicas sin preservarlas debidamente.
Tal vez es cierta arrogancia tecnológica que aparca las manías de los buenos policías
Los presuntos autores de un suceso que levantó oleadas de crónicas periodísticas, resultaron ser la también estudiante estadounidense Amanda Knox, que compartía piso con Kercher, y su ex novio el italiano Raffaelle Sollecito.
Otro implicado sería el ciudadano de Costa de Marfil Guede, al que se atribuyó la violación de Meredith Kercher.
Knox y Sollecito negaron enfáticamente la autoría del crímen. Los medios de ambos lados del Atlántico se enzarzaron en todo tipo de elucubraciones. Juicios paralelos. Había tela por donde cortar: sexo y sangre. Hillary Clinton se interesó por el asunto judicial de una joven de aspecto angelical. Las niñas estadounidenses no hacen eso. Las señoritas británicas no se exponen a morir degolladas.
Se celebró un proceso judicial a resultas del cual, a falta de otras respuestas, Knox, Sollecito y Guede permanecieron en prisión 4 años.
Hasta ahora que un tribunal de apelación los ha dejado libres debido a un nuevos análisis de las principales pruebas periciales: un cuchillo, el enganche del sujetador de Kercher y los resultados discrepantes análisis de ADN.
Inicialmente parecía que se daba por cierto la presencia de sangre de Kercher en la hoja de un cuchillo encontrado en el piso de Sollecito. De la misma manera, se dijo haber encontrado muestras de ADN de Knox (sudor, por ejemplo, restos de células, no se especifica) en el mismo objeto.
Al parecer abría ADN de Sollecito en el enganche del sujetador de Kercher. Según los resultados de los laboratorios policiales, las pruebas de ADN vinculaban a Knox y Sollecito con Kercher.
Así iban las cosas cuando la defensa solicitó la práctica de nuevos exámenes.
Y entonces resultó que el material preservado por la policía era insuficiente para que Stefano Conti y Carla Vecchiotti repitieran las pruebas de ADN.
Como posible medida sustitutoria Conti y Vecchiotti solicitaron revisar el protocolo seguido por la policía, dándole el golpe de gracia a la acusación ya que las prácticas seguidas no se atenían a los protocolos internacionales.
Knox y Sollecito resultaron absueltos por el tribunal de apelación, tras apenas 4 años de prisión.
Knox abandonó Italia sonriente, con aires de estrella de cine. Su ex novio desaparació discretamente por el foro. Guede guarda prisión por el cargo de violación.
No pocos italianos gritaron "verguenza, verguenza" al paso de Knox y Sollecito.
Desde luego parece que la chapuza del laboratorio ha impedido que se hiciera justicia. Para eso también sirven las pruebas de ADN:para destapar la ineptitud.
No se sabe quienes mataron a Meredith Kercher.
Los que investigaron el crímen se jugaron todas sus cartas a la búsqueda de rastros de muestras biológicas sin preservarlas debidamente.
Tal vez es cierta arrogancia tecnológica que aparca las manías de los buenos policías
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