Un sargento estadounidense asesina 16 personas en Afganistan, muchos niños y la noticia, que de momento oculta el nombre del sujeto, un sargento, analiza los detalles de si el hombre estaba bebido (¡), de si lo colmaba el estrés acumulado en su ejercicio de noble guerrero que había sido tres veces herido.
Y por si fuera poco, se aluden a posibles problemas matrimoniales. Cosa que se niega aduciendo que su matrimonio era "sano" y a que su esposa gozaba de un buen empleo.
He sentido auténtico asco ante lo hipócrita que puede ser la información con que nos bombardean: no hay dudas de que las guerras convierten a los seres humanos en psicópatas.
Pero es así como llegan a ser útiles a los ejércitos: cuando como el criminal de la noticia desatan lo peor de si mismos.
El asesinato, como tantos otros delitos que se nos ocultan, quedará sin verdadero castigo. A lo sumo unas sesiones con el psiquiatra, reclusión en un centro especializado, depaquine, ziprexa,seroquel y buena paga extra. Y su muy sano matrimonio, con dos hijos para santificarlo, seguirá adelante.
Pero, ¿Imaginan el profundo odio que siembran a su paso los soldados de la democracia? ¿Pueden ponerse en el lugar de los familiares y vecinos de los muertos? ¿Pueden sentir su desolación e impotencia?. En medio de esos desiertos y montañas donde la supervivencia es un reto.
No es de extrañar que un fanático taliban suicida se lleve por delante lo que pueda. Y ojo por ojo y muerto por muerto.
He leido en alguna parte que Obama ha dicho "que su función de presidente le estimula la necesidad de orar".
Todas sus oraciones seran inútiles presidente, mientras siga sembrando guerras.
Que Dios o Alá o Jehová lo coja confesado, que dicen los abuelos en Spain.
Menudo Nobel de la paz de los sepulcros que está usted hecho.