Borges, ese maestro al que no se le ensuciaron las manos con el dinero del Nobel, por haber recibido una medalla de falso oro de un sangriento dictador, describió antes que nadie esa maravilla que son los buscadores.
Él predijo tantas cosas, soñó tanto dormido en su lúcida ceguera. Creo que le hubiera fascinado eso que usamos como viejas zapatillas de andar en casa. Para muchísimos, buscar en la red es sinónimo de conectarse, entrar en Google. Es nuestro faro. Aprendemos de lo que una empresa quiere que lo hagamos. Somos ignorantes vía Google.
Olvidamos que lo que hay detrás es una compañía enorme y omnipresente. Allí tienen el maridaje Google-Blogger. En realidad de lo que quiero hablar es de las próximas modificaciones, los cambios, que prepara Google.
No me he molestado en leer con calma de que va la cosa. Dicen que a partir de marzo habrá que establecer el nuevo compromiso con la empresa. ¿Qué más quiere Google de los usuarios?. Conoce nuestras preferencias. Claro, eso ya lo tienen. Enterarse de qué asuntos nos preocupan, también es pan comido, especialmente para los que escriben (o perpetran) blogs. Y qué fuentes consultamos igual de fácil: Science, Nature, El País, las que sean. Desde luego que si cruzan datos. un poquito de aquí otro de allá estamos en pelota picada.
Satanizar las llamadas redes sociales es una tontería notable. Pero incurrir en la ilusión de que no pagamos un alto peaje es de una peligrosa ingenuidad. Siempre pagamos algo.
Desde la pequeña ventana que es http//:www.codondesastre.blogspot.com he tratado, infructuosamente de correlacionar entradas y paises, sin haber conseguido algo válido. Lo ideal sería un algoritmo de correlación con el que no daré pie con bola, por más que me empeñe.
¿Debo estar orgullosa de tener visitantes de Kuba, donde conectarse a la red es muy azaroso, sólo el 2% de la población dispone de acceso? ¿Qué significa que existan visitas desde Singapur?. Eso lo sabe Google-Blogger, pero no me lo dice. Esto es como en Matrix: soy víctima de múltiples ilusiones.
Aquellos fans, adictos o enganchados a Facebook dan literalmente la cara:comparten presuntos amigos. Una enorme pérdida de tiempo vital. Y luego están los memos del patio que tuitean, como si de aliviarse la tripa se tratara. No me tomen por carca, iconoclasta o agilipollada. Que viene a ser lo mismo.
Estamos viviendo la era del Gran Hermano combinada con 1984.
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