El espíritu del 15-M madrileño se ha extendido de un extremo a otro del mundo, en un fenómeno genuinamente global.
A las 18 horas en España se reportaban manifestaciones pacíficas en 951 ciudades de 82 países.
Lo que más me gusta del movimiento es que no se llevan banderas, no hay líderes carismáticos, ni discursos redentores (soflamas patrioteras o partidistas).
Cualquiera puede ser indignado, sin carnet ni contraseña.
Surgen lemas ingeniosos como uno que decía "Poco pan para tanto chorizo", de indudable alusión al sector financiero.
La incorporación de los indignados estadounidenses ha sido una grata sorpresa. Y Obama en la cuerda floja. Debería recibir una delegación de los indignados en la Casa Blanca.
Hacia dónde irá el movimiento dependerá de muchos factores.
Lo que resulta muy claro es que la gente toma la calle por estar harta de sistemas que no les representan y de instituciones chupópteras.
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