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sábado, 30 de julio de 2011

Vampiros, dementes y terroristas

    

Cerebro humano y neurona.
 Unos 300 exorcistas se reunieron recientemente en un monasterio en Jasna Gora, en el santuario mariano de Czestochowa, en Polonia.

Al parecer el tema estrella que ha ocupado a los especialistas en espantar al diablo, expertos de muy distinto pelaje, desde sacerdotes católicos hasta chamanes, pasando por  brujos/as, parece haber sido la creciente tendencia global al "vampirismo".

Pero también le han dado un repaso a otras cuestiones como la esquizofrenia.

El anális de la esquizofrenia por exorcistas es una burrada. Dicha enfermedad mental no tiene absolutamente nada que ver con lo demoníaco o con el concepto filosófico del mal. Más bien se ciñe al funcionamiento alterado de algunas regiones del cerebro, para las que existen tratamientos farmacológicos.

Pero a lo que iba: los exorcistas ( por favor recuerden la famosa película y esa niña furiosa que movía el cuello como un carrusel y vomitaba caldos verdes) atienden casos descartados por todas las explicaciones científicas.

Es decir, la presencia del maligno en un ser humano ha de "diagnosticarse" con cuidado y precisión. Así es al menos lo que exige la iglesia católica, que cuenta con un manual para tales menesteres. No cualquier sacerdote puede involucrarse en el procedimiento sin autorización de sus superiores.

La verdad es que quienes se consideran dotados para combatir el mal, ya que al final eso es lo que persigue la práctica del exorcismo, deberían dirigir sus presuntos recursos espirituales hacia asuntos como la pedofilia, el abuso contra menores en el ámbito escolar, la pornografía infantil, sólo por poner unos pocos posibles sectores en los que de manera cierta campa por sus respetos la maldad humana.

El vampirismo actual, tal como se produce en Europa, viene a ser una moda aupada por el poderoso marketing que promueve películas, libros, camisetas, maquillajes, o juegos de rol.

El personaje del vampiro se encuentra profundamente arraigado en numerosas culturas.

Combina el deseo recóndito de todos los humanos de traspasar el límite de la muerte y regresar al mundo de los vivos, aunque sea a costa de pernoctar en un cementerio y lucir una palidez de cirio.

El drama vampírico descansa en la necesidad vital de obtener sangre. Un objetivo especialmente morboso ya que la sangre es la base de la vida de aquellos afortunados que no han sucumbido aún al ataque vampírico.

No se sabe qué nos convertirá finalmente en ávidos chupópteros de sangre ajena y noctámbulos empedernidos. Tal vez sea una fatal combinación de la contaminación radioactiva con la comida basura.

Más que por ataque del demonio o de algún vampiro desnortado, los ciudadanos convertidos forzosamente en consumidores, nos vemos amenazados por los vaivenes impredecibles de los organismos finacieros o por los errores de nuestros gobernantes, que siempre terminamos pagando tarde o temprano.

Lo de la reunión de exorcistas en un paraje polaco ha coincidido con el salvaje ataque en Oslo. El único inculpado, de momento, parece que estuvo en torno a 12 años para organizar a la perfección su doble atentado.

La responsable de los servicios de información de la policía noruega,  una mujer que se presentó ante la prensa con admirable mezcla de cordialidad y reserva, así lo explicó. Ésta señora que sólo en muy contadas ocasiones aparece en público dijo claramente que la policía no tenía al inculpado en sus listas.

No sé si el terrorista noruego merece que se lo libre se sus demonios mediante alguna antigua ceremonia vikinga. Yo me inclino más bien a que a que no sea así.

A ese que se lo lleve el diablo, a ser posible.

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