Hace de lo que voy a contar, bastantes años. Yo era una estudiante a la que le faltaba mucho para ingresar a la universidad. Pues a lo que iba, un buen día mi padre nos reunió a mi madre, a Jenny (Reina y señora de la cocina) y a la autora del ripio. Nos informó que íbamos a recibir un invitado. Había que vestirse con cierto decoro. Y no comentar nada en el barrio.
A toda pastilla arreglamos mi habitación, la mejor con diferencia. Jenny que había trabajado para una "casa bien", que se la quería llevar con ellos a Miami, me puso a sacarle brillo a los cubiertos de plata de mi madre, planchar las sábanas, fregar el suelo de "su" cocina". Y sobretodo cambiarme de ropa. "Que va que parece una mendiga".
El visitante resultó ser el representante del FNL argelino ante el gobierno cubano. Procedía de un monasterio ubicado en Tlemcen: el padre Alfredo Berenguer, que además de su formación en un seminario, tenía un doctorado por la Sorbona.
Mi padre fue a esperarlo al humilde aeropuerto habanero. Supongo que entró sin papeles bajo la protección del gobierno cubano. No tuvimos que esperar tiempo para apreciar la calidad del sacerdote, que vestía unos pantalones casi transparentes de viejos.
Nos las arreglamos para darle de comer, ya que no había manera de ponerlo en la libreta. Jenny, que no faltaba a su misa dominical, aportó unas latas de carne rusa, "incautadas"de una oficina del MINIT. Tal vez no era su primera "operación clandestina"
Gracias a ese buen cura entré en contacto con la cultura árabe. Y me prestó libros de poesía de René Depestre, poeta haitiano, que andaba en esos días por la casa de Yeyé. Supe qué era eso de la negritud. Así que con un poco de nuestras libretas, lo que le "distraíamos" al comandante Piñeiro, y algo de la bolsa muy negra que practicábamos con los hermanos rusos, todo salió bien.
Las condiciones del sacerdote se regularizaron. Incluso llegó a celebrar la Eucaristía en una iglesita de un barrio habanero pobre. Naturalmente, asistimos muy ermperifollados. Jenny se puso la pamela de los domingos.
Hoy no dejo de pensar en ese cura de 84 años al que los salvajes de ISIS han degollado. Tenemos que ganar la guerra. Hay que colaborar con nuestra Policía y con la Guardia Civil.
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