Patricio de la Guardia Font de cerca.
Enero en La
Habana suele ser un mes benigno. No significa invierno pero resulta fresco y soportable, cuando se compara
con el calor caribeño que reina el resto del año. Aquel ocho del primer mes me resultó especial: mí entrevista con Patricio de la Guardia Font (La Habana, 1939)
coincidió con la celebración del 89 cumpleaños de mi madre. Así que salimos de
su casa antes de las diez de la mañana para estar de regreso a tiempo en la
comida de fiesta. Patricio de la Guardia tiene su residencia y estudio en la que
fuera la casa de sus padres, en el mismo municipio habanero Playa, donde vivían
los míos. Acudí a la cita acompañada por José Álvarez, miembro fundador del
Ministerio de Interior cubano, desde 1959, conocido como “Palmer”. Entre sus
numerosas misiones dentro y fuera de Cuba, tuvo bajo su responsabilidad la
seguridad del conflictivo aeropuerto habanero “José Martí”. Como medio de
transporte utilizábamos el vetusto “Lada” azul que había pertenecido a mi padre.
Un coche resistente a inundaciones y capaz de superar con garbo torero
los cráteres de muchas vías habaneras.
En casa de
Patricio nos recibió una mujer cordial a la que Palmer preguntó por
“el artista”. Y no tuvimos que esperar mucho cuando descendió por una escalera
lateral al vestíbulo un hombre alto, casi calvo, esbelto, y de complexión fibrosa. Bronceado y
sonriente, nos saludó y no puso trabas
para que yo curioseara a mis anchas tanto sus obras como la galería de fotos y
recuerdos personales. No llegué a inspeccionar los cajones de los muebles pero
faltó poco. Miro todo, disfruto con los cuadros y pienso todo lo que él ha puesto de su vida en lo que observo. Allí están sus sueños. Las fatigas de días de guerra. La sensibilidad a flor de piel. Esa combinación de hombre de armas, duro pero culto e inteligente.
Mientras, él
y Palmer se olvidaron de mi presencia dándose a rescatar viejos tiempos y aventuras compartidas. Pude
escucharlos aunque más bien cuchicheaban por lo bajo. Patricio se interesaba
por la situación de algún amigo común, y Palmer lo ponía al día. De vez en
cuando soltaban comentarios jocosos y mordaces sobre vivos y muertos. No voy.
voy a contarles esas historias, al menos hoy.
Pero aquel guerrero tan curtido ha dejado de lado los triunfos y derrotas de una vida al borde del abismo, para disfrutar de su condición de creador. Y es que Patricio La Guardia, despojado de la leyenda de oficial al frente de la unidad de élite del ejército cubano, “Tropas Especiales”, es sin duda un sólido pintor.
Con paisajes que
recuerdan algo el asombro de los primeros “descubridores” del entorno natural
cubano. En otros refleja sus experiencias viajeras, como en aquellos lienzos en
que es África, sus sabanas, su luz, su fauna, el asunto dominante. Pero a veces
su paleta se vuelve críptica, como de expresionista abstracto, como en una
composición en ocres y negro que lo mismo representa al Che que a un Cristo
doliente. Para los desnudos femeninos Patricio de la Guardia reserva el trazo
limpio de un dibujante delicado, sensual y amoroso. Un hombre que ama a las
mujeres y al que ellas han amado.voy a contarles esas historias, al menos hoy.
Pero aquel guerrero tan curtido ha dejado de lado los triunfos y derrotas de una vida al borde del abismo, para disfrutar de su condición de creador. Y es que Patricio La Guardia, despojado de la leyenda de oficial al frente de la unidad de élite del ejército cubano, “Tropas Especiales”, es sin duda un sólido pintor.
Interrumpo la animada charla entre camaradas
de armas muy cotillas. “Yo comí muy a gusto de vuestro rancho cuando lo del Consulado de
Perú, en la calle 36. Fue divertido. Había en casa un destacamento de hombres y
mujeres armados y no se escuchaba ni una pisada”. Patricio sonríe con ganas y
empezamos a hablar de su forma de vivir el arte.
Es autodidacta, pero empezó a pintar muy
pronto. “Era algo que me nacía”, explica. Tanto él como su hermano Tony
cursaron el bachillerato en Estados Unidos. Antes de conocer la obra de
Patricio había tenido la oportunidad de
apreciar la de su hermano Tony. Ambos dotados de gran talento, aunque con
distintos estilos y diferentes formas de expresión. Tony acusaba la influencia
de Picasso. Recuerdo unas cabras juguetonas y cierta tendencia naife.
“Mis temas favoritos son los paisajes. En
cuanto a técnicas para su plasmación uso
tanto acrílico como óleo. Su pintor favorito es Jackson Pollock,
estadounidense, representante del expresionismo abstracto, cuya obra se
encuentra hasta en el MOMA. Pero no olvida a los cubanos más conocidos (él
nombra a Lam, Portocarrero, Amelia, y Mariano). De los cubanos contemporáneos
suyos se queda, por encima de cualquier otro, con Pedro Pablo Oliva. Algo en lo
que coincidimos ya que Oliva es un mago, creador de mundos fantásticos que,
gracias a su maestría técnica expresan su imaginación desbordante.
Patricio prefiere
trabajar con las primeras luces, ya que en el Trópico el calor agota. “Me
dedico a pintar entre las ocho y media y las once y media”, dic. Mientras, yo
me he quedado prendada de un lienzo en el que aparece un elefante. Un paisaje
africano luminoso pero al mismo tiempo
melancólico. Palmer luego me comenta que ese paquidermo solitario en la sabana,
ha dado mucho que hablar ya que algunos han querido ver en el animal separado
de la manada, la zozobra en que dejó sumido al pintor la muerte por
fusilamiento de su hermano gemelo Tony.
De eso no hablamos
directamente pero a Patricio le complace que copie un párrafo mecanografiado y
enmarcado con la firma Tony de la Guardia Font. ”Aquel que ha conocido el peligro
innumerables veces, vuelve a buscarlo de nuevo bien por el insaciable placer de
desafiarlo o bien por la invencible influencia de la muerte”.
Patricio de la
Guardia desdeña las redes sociales. Dice no usar ordenador (aunque con un alto
oficial de las Tropas Especiales, nunca se sabe). Lo cierto es que para dar con
él y adquirir alguna creación suya, lo mejor es acercarse a su casa, disfrutar
la exposición y escoger. En Estados Unidos, varias galerías dedicadas a organizar
subastas, incluyen su producción, en especial los paisajes.
Nos invita a
ese delicioso café cubano. Yo me lo pido sin azúcar. Lo degustamos en la
terraza, junto a la pequeña piscina azulejada. Sale a saludarnos su sobrina,
hija de Tony. Reconozco en ella la belleza de su madre Marta Torroella Kourí, mi compañera de estudios, una de las
personas más inteligentes que he conocido.
Antes de
despedirnos, hago un nuevo descubrimiento entre los tesoros visibles de
Patricio: tiene un inmenso rosario, como los que suelen vender en Santiago de
Compostela y una virgen negra, en la que reconozco a la “Moreneta” catalana. “Pertenecía
a mi abuela”, dice Patricio, mientras yo le cuento lo de la montaña sagrada de
Montserrat, la búsqueda del Santo Grial y la peregrinación de Íñigo de Loyola.
Patricio, con esas manías de oficial al mando de lo que digo, toma nota, así
que termino de informante del MININT, yo que iba de periodista.
Apunto su teléfono, que luego compruebo que es uno de los que mejor funcionan en La Habana, donde las comunicaciones parecen experimentar fenómenos paranormales. Me ha regalado un CD con muestras de su galería. Desgraciadamente se exhiben desnudos así que no puedo mostrarlos.
Apunto su teléfono, que luego compruebo que es uno de los que mejor funcionan en La Habana, donde las comunicaciones parecen experimentar fenómenos paranormales. Me ha regalado un CD con muestras de su galería. Desgraciadamente se exhiben desnudos así que no puedo mostrarlos.
Me alegra infinitamente haberme encontrado con esta publicación. Mis respetos a Patricio y las gracias a Quevedo por su publicación.
ResponderEliminarFidel Castro siempre fue un traidor de sus propios hombres, Antonio de la Guardia Font, Vive en el recuerdo,
ResponderEliminarAquel queja conocido el peligro innumerables veces, vuelve a bucearlo de nuevo,
bien por el insaciable placer de desafiarlo o bien por la invencible influencia de la muerde.
Aquel que ha conocido el peligro innumerables veces, vuelve a buscarlo de nuevo bien por el insaciable placer de desafiarlo o bien por la envencible influencia de la muerde. Antonio de la Guardia Font
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