Cuando en Cuba desaparecieron las Navidades, diluídas por las carestías y otros problemas urgentes del país, se instauró un "Día de los Niños". Y todos los menores tenían derecho a recibir algún obsequio por la famosa "libreta", la cartilla de racionamiento. Celia Sánchez me alegró esa fecha de celebración forzosa, que la verdad no me decía nada, cuando, por intermedio de mi padre me hizo llegar un presente muy especial. Era una chaqueta reversible (dos en lugar de una), ideal para el cálido invierno caribeño. Me quedaba que ni pintada. Y encima de mi color favorito. Aquella prenda se convirtió en mi "capo di lavoro". Me la puse mucho. La escogí para un día ventoso (soplaba el viento del norte), en mis primeros días de estudiante de Ciencias Biológicas. Y entonces sucedió algo que me sumió en una pasajera confusión: en los bancos del pasillo coincidimos numerosos estudiantes antes de entrar a la primera clase de la mañana. Todos exultantes, comenzábamos a conocernos. Charlábamos y hacíamos bulla, cuando en eso se incorporó al grupo una chica a quien sus amigas cercanas llamaban "Ayoya". Iba vestida exactamente como yo. Con la misma chaqueta reversible deportiva. El personal, muy malévolo, aquella canalla estudiantil, estalló en comentarios. Que si íbamos de comparsa carnavalera. Que si formábamos parte de algún grupo musical. Por suerte sonó el timbre. La verdad es que luego me reía. Íbamos vestidas de Celia. Y a mucha honra. Gracias Manina. Aly. Norma. Estás conmigo. For ever young in my memories. |
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