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domingo, 8 de septiembre de 2013
Tokio 2020
Debo confesar que me alegré mucho por el triunfo de Japón. Tokio se lo ha ganado. Sin arrogancia. Sin bambolla. Han tenido el valor de asegurar que podían afrontar el enorme problema que confrontan en Fukushima, y que no ocultaron. Sus representantes fueron convincentes. No ganaron, convencieron. Inspiraron seguridad ante un desastre. Dieron una lección zen. De humildad. De lucha contra la adversidad. No necesitaron acartonadas intervenciones principescas (ellos tiene también heredero al trono). Ni dos metros de atleta del mundo mundial como mascarón de proa. Ni de una alcaldesa de desmesurada (y falsa) sonrisa. No, Madrid no ha perdido. Madrid es invencible. Que tomen nota los responsables de la comercialización chapucera de la "Marca España" (aborrezco tal engendro).Que se hagan un buen "harakiri", una autocrítica ignaciana (Íñigo de Loyola, por si no les suena a los lectores de Hola).
España no se vende. Sus ciudadanos no somos sus vasallos. Ni su mercancía. No nos representaron como nos merecíamos. Y la verdad, para colmo, se descolocaron de mala manera con el fallo olímpico final. Que no derrota. Al Príncipe le temblaba la voz y, pobre con tantos estudios, no dijo nada. Los otros comparsas tampoco dijeron nada. No escuché una felicitación sonora a Tokio. No nos representan. Tal vez por eso los rechazaron tres veces los del COI. A ellos. Porque España, variopinta, multicultural y fuerte, es inmortal. Y de Madrid al cielo. Todos los gatos y gatas con Tokio. Madrid que bien resistes. No pasarán esos pobres de espíritu. Ánimo y al toro. Unas olimpiadas son un hito, pero no la vida. Amo Madrid.
Con Madrid hasta la victoria siempre
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