La visita de Marlon Brando a La Habana en febrero de 1956 se convirtió en una verdadera leyenda en el mundo de la farándula. Es muy curioso el conocimiento que el actor estadounidense tenía de la gran ciudad y sus atractivos turísticos. Los motivos quizás haya que buscarlo en varios aspectos:
Marlon Brando tocaba las tumbadoras. |
Desde 1952 era asiduo concurrente a las noches latinas del Salón Palladium, donde recibía clases de baile cubano y disfrutaba las presentaciones de los cubanos Mario Bauzá, Machito y Los Afrocubanos.
El actor se inscribió en los cursos de Catherine Dunham, bailarina negra que enseñaba la conga, la rumba, el cha cha chá, el mambo y danzas "primitivas" procedente de los cabaretuchos de la Playa de Marianao.
Además de todo eso, se había publicado en el periódico The New York Times una crónica de Drew Pearson quien había afirmado que "quien visite La Habana y no llegue hasta la Playa de Marianao a ver al Chori, no ha ido verdaderamente a La Habana".
El estudiante de Actor's Studio descubrió los tambores en Manhattan."Todos los miércoles por la noche había un concurso de mambo en el Palladium -cita en el libro autobiográfico Las canciones que mi madre me enseñó (Grijalbo, 1994) -, y yo lo esperaba ansiosamente durante toda la semana. Allí tocaban Tito Puente, Willie Bobo, Tito Rodríguez, Machito y las mejores orquestas afrocubanas. Después de ir al Palladium abandoné la batería y me compré unos tambores de conga. No podía quedarme quieto al oír sus extraordinarias y complicadas síncopas. Yo me sentía hipnotizado con todo aquello, aunque cada vez que tenía la posibilidad de elegir entre tocar los tambores o bailar, prefería tocar."
Las congas cubanas enervaban a Brando, "El descubrimiento de la música cubana estuvo a punto de hacerme perder la cabeza", confiesa Marlon Brando en el libro autobiográfico citado.
En 1956, el artista se encontraba en asuntos de negocio en Miami y decide viajar a La Habana. Se registra con el nombre de Mr. Barker, en el hotel Packard —que ahora se reconstruye— en la esquina de Cárcel y Paseo del Prado, frente a la entrada de la bahía. Selecciona ese modesto hotel para pasar de incógnito en su breve estancia, señala el investigador Leonardo Depestre Catony.
Los periodistas, que tienen radares y un sexto sentido, localizaron a Marlon Brando en el propio lobby donde el actor tenía entre sus manos una tumbadora. El actor dice a la revista Carteles que la tumbadora "es una verdadera ganga, noventa pesos y es auténtica. Yo tengo seis congas más como ésta, I just love tumbadoras".
Un fotógrafo de Carteles lo retrata constantemente y Brando pregunta para qué revista es. "Si es para una revista de norteamericana no me gustaría salir tocando la conga. Allá no lo interpretan como ustedes. Es diferente. Para ustedes es natural, es una parte de sus vidas. Allá lo verán como una excentricidad de exhibicionista más".
Brando hace un extenso recorrido: El Panchín, el Pensylvania, El Pompilio, El Ranchito, La Taberna de Pedro, Los Tres Hermanos, y, por supuesto, La Choricera. Algunos dicen que estuvo en Las Vegas y Sans Soucí.
El Chori, aunque era muy celoso con los que subieran al escenario, aceptó a regañadientes a Brando, y grande fue su sorpresa cuando el actor se encaramó a la tarima y dio una demostración del buen hacer tamborero.
Aquella primera estancia de Marlon Brando en La Habana duró tres intensas noches tras las cuales el actor volvió a los Estados Unidos con una resaca inolvidable. (Con información de R. Lam para Granma Internacional, Cuba)
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