El cerebro, que es sin duda el principal órgano de nuestro cuerpo, resulta un gran y misterioso desconocido. Tanto que especialistas de distintas disciplinas: neurocientíficos, matemáticos, físicos, ingenieros, médicos, entre otros, sumarán esfuerzos con el objetivo de obtener un mapa funcional del cerebro o "Brain Activity Map" (BAM). Claro que tan magno propósito no sería posible sin financiación. Y eso es lo que intenta obtener el presidente Obama del Congreso estadounidense: unas partidas similares a las que se asignaron al Proyecto Genoma Humano, algo en torno a 3000 millones de dólares. De momento ya están destinados unos 100 millones para 2014.
Los principales protagonistas estadounidenses serán los Institutos Nacionales de Salud, varios centros de estudio vinculados al Depto. de Defensa, universidades y laboratorios en todo el país.
Antes de 15 años no se esperan respuestas suficientes para encontrar alguna aplicación clínica.
Me gustaría comentar que si es en el siglo XXI que se inicia tal "asalto" a las profundidades del cerebro humano se debe en parte al desarrollo de técnicas de exploración "in vivo" como bien pueden ser la tomografía o la resonancia magnética. Y allí encontramos desarrollos de la física molecular y por supuesto aplicaciones de ingeniería: una industria floreciente, prima hermana de ingenios con uso bélico. Pero no basta "fotografiar" el cerebro vivo, para llegar a los mecanismos íntimos hay que hacer exploraciones específicas en determinadas zona. Y entonces se usan sustancias de contraste, en algunos casos isótopos.
Se promete que los resultados del BAM serán públicos, no sometidos a patentes. Que se colocarán en una "nube" en la red a beneficio de lo que se dice la humanidad.
La verdad es que suena un poco como un canto al Sol. Los datos más valiosos en ciencia casi siempre son públicos. Aparecen mayormente en "Science" o en "Nature". Pero los desarrollos no suelen serlo. Los protegen patentes por los que se enfrentan las empresas poseedoras a jurídicas dentelladas. Si se conocen los secretos del cableado cerebral y cómo funcionan dichas estructuras se sientan las bases para entender algunas enfermedades de las que en la actualidad se sabe muy poco (o nada). Esa ciencia básica puede conducir a la búsqueda de soluciones farmacológicas y/o genéticas. O al menos a contar con pruebas de detección precoz.
En fin, que la neurociencia es la nueva frontera del siglo XXI
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