He descubierto una foto poco conocida que descubre una mesa de trabajo como la que me llamó la atención el día en que visité a Doña Celia Sánchez Manduley en su despacho del entonces Palacio Presidencial. Recoge el instante en que, ensimismada, atiende una comunicación telefónica. Celía solía llamar a mi padre a casa, casi siempre para decirle que fuera "a despachar en Once". Once era (es) una calle del Vedado, un barrio habanero, donde se encontraba su casa. Digamos que formaba el centro en torno al que ella organizaba una buena parte de sus múltiples y variopintas tareas. Once no era una oficina gubernamental, ni un pseudo ministerio. Era un piso bastante sencillo, decorado con buen gusto y con frecuencia tomado por niños de su extensa familia a los que había que sumar sus múltiples ahijados, y hasta los hijos de los miembros de la guarnición militar. Allí iban a visitarla "su" gente. Quienes la querían. Personas nada cortesanas, campesinos venidos de los confines de las provincias orientales, combatientes de la Sierra. En la foto que muestro Celia tal vez organizaba documentos históricos. Noten que son papeles manoseados. Puede que se trataran de cartas solicitando su intervención para resolver algún problema. Hoy hay hospitales que llevan su nombre. Y se han erigido monumentos que la verdad distan mucho de recoger su apariencia. Hay uno en el Parque Lénin verdaderamente espantoso. Pero el mito no podrá devorar la memoria viva. Su ejemplo de inteligencia y sensibilidad. No, sé que no soy imparcial. La quiero y pienso en ella. Hasta la victoria Aly, Norma, Manina, siempre presente compañera. |
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viernes, 11 de enero de 2013
Für Celia immer
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