El hombre sujeta la bombilla con un gesto delicado. Casi femenino. Mira hacia algún punto de la habitación que se nos escapa. Ha dejado un libro abierto. En realidad tiene tres junto a la almohada. Son, posiblemente, su única compañía. Puede encontrarse en Praga, después de las batallas perdidas en África. No quedan sus notas de esa etapa triste. O a lo peor yacen ocultas en algún legajo burocrático secreto. La foto la hizo alguien que le conocía muy bien. Su nombre se ha perdido, como tantas otras cosas.
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