Es triste, muy triste, que el marido de la infanta Cristina, un día sí y otro también, aparezca en la primera de los principales diarios por motivos bastante bochornosos.
No se trata de emprender una cacería ni de arrojar fango sobre un ciudadano, porque eso es lo que a fin de cuentas es, por muy Duque de Palma que figure, gracias al Jefe del Estado.
Particularmente ofensivo resulta que, al parecer, se haya aprovechado hasta del palacio de Marivent, enclave veraniego del resto de la familia real para urdir negocios y ponerles los dientes largos a sus presuntos colaboradores (o tal vez compinches).
Todo debe haber sido muy "casual". Una llamada directa del Duque. Y los otros que se emocionan porque no todos pueden traspasar el umbral regio. Tal vez los otros, los convocados, hicieron encajes de bolillos pensando en que se iban a poner. Y optaron por ir sin corbata pero con mocasines italianos y jersey sobre los hombros para no ir endomingados ni de fiesta mayor. Imagino que se sirvieron refrescos, tal vez un vino. Todo muy campechano y deportivo.Todo bien.
En el reportaje de hoy se comentaba que el Duque podía haber funcionado como un franquicia de si mismo, a tanto la pieza o con cuota anual. Servicios ducales como Telepizza.
En Zarzuela todos lo deben estar pasándolo mal. Después de todo son una familia como cualquier otra. ¿O no?.Me parece muy normal que los suyos lo arropen. Lo va a necesitar.
Urdangarín se ve de pronto señalado por quienes antes, muy a gusto, le bailaban el agua. Los juicios paralelos y el escarnio gratuito ya menudean. En España como en América Latina se tiende a hacer leña del árbol caído. Y cuanto mayor el árbol mejor.
El daño a la credibilidad de la excelencia y ejemplaridad de la institución de la que él formaba parte es, tal vez, irreparable.
Todavía tiene oportunidad de resultar inocente, al menos de algunos de los cargos.
Y que tal si aprovechamos su torcida experiencia financiera en un ambicioso plan anticrisis para los parados mayores de 45 años.
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